

Los gritos iban dirigidos a ambos, para que alguno de los dos lo escuchara: “Mamá, papá, me pegaron. Me pegaron un tiro, pa. Salí urgente, pa. Mamá, me pegaron un tiro. Llevame al hospital”.
Los padres lograron reaccionar rápido y le abrieron la puerta. Estaban dormidos, pero la inseguridad de todos los días provocó que el papá de la víctima primero se tomara el tiempo de mirar por la hendija de la puerta para comprobar que era su hijo y que no le estaban tendiendo una trampa.